miércoles, 23 de julio de 2025

Y TÚ MÁS

Cuando en su defensa, desde el PSOE se señalan las grandes causas por corrupción en las que ha estado o está inmerso el Partido Popular, la primera respuesta de otros partidos o de los medios de comunicación es afear que se recurra al "y tú más". Este post va precisamente de eso, de reivindicar explícitamente el "y tú más", aunque sea políticamente incorrecto.

En el PSOE ha habido casos de corrupción. Desde aquellos casos de los años 90, con Luis Roldán como ejemplo más palmario, pasando por el caso ERE en Andalucía -aquí puedes ver un buen resumen, aunque no incluye la posterior estimación de los recursos de Chaves y Griñán ante el TC- llegando, en nuestros días, al presunto caso Cerdán-Ábalos-Koldo, en el que parecen haberse pagado comisiones por adjudicaciones de obra pública. En todos los casos se repite un mismo patrón: algunos cargos nombrados desde gobiernos socialistas aprovechan su posición para enriquecerse ilícitamente o para beneficiar a otras personas con prestaciones que no les corresponden. Todos son intolerables y deben ser juzgados y, en su caso, condenados.

En el Partido Popular hay casos como los anteriores, sí, y son igual de censurables. Pero hay otros -bastantes- en los que existe un plus de gravedad. Me estoy refiriendo a casos como "Gürtel", "Kitchen" o, ahora, al "caso Montoro". En todos ellos no es que se produzca un comportamiento aislado de un sinvergüenza que se enriquece aprovechando su cargo, es que hay una trama institucionalizada con fines corruptos y delictivos. Si hablamos de Gürtel, se trata de una forma de operar generalizada en el PP desde tiempos -al menos- de Aznar para enriquecer a unos pocos y para financiar ilegalmente al partido. En el caso Kitchen, pendiente de juicio y con importantes peticiones de penas por parte de la fiscalía, es una estrategia ideada en las cloacas del Ministerio del Interior para conseguir y destruir pruebas que incriminaban al PP en la trama Gürtel. Y en el caso Montoro, conocido en los últimos días, se observa una actuación orquestada por el Ministerio de Hacienda para legislar por encargo en favor de grandes empresas energéticas previo pago a un despacho de consultoría vinculado al entonces ministro.

Los casos nombrados -que ni mucho menos son los únicos- lo que dejan ver no son hechos corruptos aislados, sino la normalización de la Administración Pública como una mera oportunidad de negocio para quienes la dirigen, poniéndola al servicio de intereses privados mientras se exigían todo tipo de sacrificios a la clase trabajadora.

La corrupción de personas a título individual -siendo intolerable- no puede compararse, ni en el volumen defraudado ni en su gravedad, con los entramados de corrupción generalizados. Por otra parte, la reacción ante los casos de unos y otros tampoco es comparable: mientras en el PP se ampara a sus corruptos, se maniobra en contra de los jueces o se destruyen pruebas, en el PSOE se actúa de manera inmediata contra sus cargos implicados. Y se hace no solo porque la dirección del partido sea exigente en cuanto a la ejemplaridad de estos cargos, sino también porque se sabe que la base electoral y la militancia repudian firmemente estos comportamientos.

Por todo ello, el "y tú más" no es en este ámbito una reacción infantil buscando eludir responsabilidades propias, sino la constatación de un hecho objetivo: ni en el carácter de la corrupción ni en la respuesta ofrecida contra ella, somos iguales. Y eso, sin quitar gravedad a los casos que nos afectan, hay que decirlo.

jueves, 17 de julio de 2025

DERECHA, EN SINGULAR

Los sucesos de Torre Pacheco de días recientes nos vuelven a pintar la cara colorada como país. El odio a personas de origen extranjero en un país de emigrantes -a Sudamérica, a Francia, a Alemania, a Suiza ... - no solo es incomprensible sino que, también, nos provoca una gran vergüenza. La violencia contra personas migrantes que tengan un determinado origen o color de piel no es más que racismo y xenofobia, vestida de justificaciones insostenibles que atribuyen a la población extranjera la supuesta inseguridad en la que vivimos.

El hecho es que hoy en día, la población extranjera asentada en España -y eso lo sabemos bien en la zona en la que vivimos- supone ya el 14,1% del total de cotizantes a la Seguridad Social, superando este pasado mes de junio los tres millones de personas. Además, la contribución de esta masa de población al crecimiento del PIB estaría entre el 14 y el 24% del crecimiento total de la economía en los últimos años, según los datos del Banco de España

Por encima de datos económicos, los socialistas defendemos la dignidad de los seres humanos, vengan de donde vengan, y el derecho de todos a emigrar buscando mejores condiciones de vida. Derecho, por cierto, que en España no es algo sujeto a la percepción personal de cada uno, sino que está consagrado en el Artículo 13 de la Declaración de los Derechos Humanos, que a su vez es el marco de interpretación de los derechos fundamentales en la Constitución de 1978.

La realidad social que tenemos en España es que nuestras tasas de criminalidad, a pesar de lo que digan Telecinco, Antena 3, Cope, EsRadio, OkDiario u otros panfletos, es de las más bajas de Europa y del mundo. Además, hay datos especialmente elocuentes: en los últimos veinte años, mientras el porcentaje de población extranjera casi se ha duplicado, la tasa de criminalidad ha pasado de 49,4 infracciones penales por cada 1000 habitantes a 40,6 en el primer trimestre de 2025.

Ante esta realidad, a menudo oculta, pero tozuda, ¿qué hacen los partidos de derechas en España? En el caso de VOX lo tenemos claro desde hace tiempo: criminalizar a las personas migrantes, incluidos los niños, asociándolos con la inseguridad ciudadana y proponiendo medidas que no pueden calificarse más que de limpieza étnica.

¿Qué hace el Partido Popular de Feijóo ante esta situación? En el mejor de los casos, ponerse de perfil. Su presidente es incapaz de marcar una línea propia frente al empuje de VOX y, ante sucesos como los de Torre Pacheco, condena la violencia con la boca pequeña y pone especial énfasis en culpar, como de cualquier otra cosa, al Gobierno de España de la situación. Eso es lo que hace Feijóo, que sigue ejerciendo de moderado en días alternos. Mientras, sus ausencias para sumarse al discurso ultra las cubren los verdaderos portavoces y líderes del partido, como Miguel Tellado o Isabel D. Ayuso.

En definitiva, desgraciadamente en nuestro país sufrimos la clamorosa ausencia de una derecha civilizada y plenamente democrática. Poca sorpresa, si tenemos en cuenta el origen de PP y VOX: ambos vienen del mismo tronco, la Alianza Popular fundada por exministros de la dictadura franquista. Por eso, cada vez tiene menos sentido la diferenciación entre "derecha y extrema derecha", "extrema derecha y derecha extrema", "las derechas" ... En España -en el ámbito estatal- tenemos una sola derecha representada por dos franquicias. Sus discursos son indistinguibles y su colaboración en todos los niveles de gobierno donde han tenido oportunidad -a pesar de la teatralización de sus desavenencias- la delata, con resultados catastróficos. Hablemos, por tanto, de derecha en singular, porque la supuesta derecha civilizada nos niega la esperanza de comportarse, alguna vez, con la altura que se le supone a un partido de Estado.